miércoles, 24 de marzo de 2010

¡Colosal alada del salado aroma!
-grita el insomnio del marinero-
¿Por qué aún se azaran las olas
de azogue y fundido hierro?

La agonía de tu fuerza rota
es el fin del tremendo choque
lidiado en el pétreo estoque.
¡La muerte abraza con brazos de roca!

Alguna vez, será en mi ausencia, verán tus ojos
el iris rojo o el placer de la monstruosa Tierra
oteando, fiera con la diligencia de lobo

inmóvil, cuando alegre te limpias de estrellas…
Ahora te ansía el viento -¡A él eriza el glauco lomo!-
a acercarte pero… Recuerda, no todo demonio yerra.

lunes, 22 de marzo de 2010

Guadalquivir

La savia verde sólo crece en el Guadalquivir.
Yo le lloro como su olmo seco.

Triana brota por una puerta en la muralla del agua abierta al cielo.
A uno de sus lados hay una torre
de vigía elevada al tizne del sosiego.
Su boca pequeña da al fondo a unos mosaicos preciosos
y, más al fondo al recuerdo.

La llaga no tiene arboledas libres -como mucho claveros
cetrinos que lloran en silencio
tras las ausencias- más que en los brazos del río,
y no en todo su largo por la herrumbre de Sevilla,
sólo en el ruedo puro del agua
donde cuelga el único cordón que cruza con recato,
por su esfera chica osándose el resto.

A un lado de la puerta abierta al cielo,
en una navaja ruinosa los árboles libres se cortan.
Al otro, degeneran en verdinegros
propios de bodegones y fosos secos.

Y las flores…
Si los árboles fuera del río están muertos,
las flores fuera de las curvas son esclavas.

La savia verde sólo crece en el Guadalquivir,
y yo le lloro en silencio.

*
Siento la Sevilla
que acaba en los árboles
y en la torre, germina.

Sólo donde nacen los flores
me hayo, entre orilla y orilla,
donde el pez y el cerrojo brillan.

Allá de pozos y ruinas...

Mi alma duerme,
y mi cuerpo, sierpe de hojalata,
te habita.

miércoles, 17 de marzo de 2010

¡Yo soy la curva infinita!
Con una rosa en mis más bellos
soy el ánfora carnosa,
con mis tetas transparentes
entre las manos,
en la noche donde el inquieto
Muninn baila en el bicromio.

¿No lo oyes? Nuestros burros
se consumieron
en una ciudad que presumía
de unir siendo telar
el hilo y el mantel.

¡Soy un ánfora carnosa
con los labios rebosantes!

Esta es la noche que Huginn y Muginn
pretenden ser gallos.

¿No lo oyes, no? El Garbo
sorbe, vive y sentirá
la voz que recorre su perderse
por una calle oscura y mediana.

Además, ¡Yo no desfalleceré
dando tumbos! Sólo
oscilo en las vibraciones...

Esta es la noche de los pájaros
que pretenden ser gallos,
como la voz mediana
que no se pierde en la calle recorrida.

Invertidos triángulos

Invertidos triángulos de sombra amores que imantan iguales cobijan. Saqueadores a instantes por las pantallas de los móviles agujerean ...